Los apuntes biográficos de Enrique Carvajal Naranjo

Con su aguda mirada y documentada pluma el ex hombre fuerte de la Sociedad Agrícola del Norte e integrante de una de las familias más conspicuas de La Serena cumple el sueño de publicar el primer tomo del libro sobre la capital regional donde describe con total maestría la ciudad que conoció
Los apuntes biográficos de Enrique Carvajal Naranjo
Los apuntes biográficos de Enrique Carvajal Naranjo
domingo 07 de abril de 2013

En la última entrevista que concedió a diario El Día en el 2007, el expresidente de la Sociedad Agrícola del Norte y potentado agricultor de los últimos 50 años Enrique Carvajal Naranjo, anunció que estaba en los retoques finales de su libro sobre La Serena. Cinco años después cumplió la promesa. El viernes 12 de abril en la Sociedad de Artesanos de la capital regional lo lanzará oficialmente. 

En esta entrevista Carvajal Naranjo adelanta algunos pasajes de la obra y las razones que lo llevaron a escribirla.
Admite que antes de que entrara a imprenta debió pulir algunos capítulos que eran demasiado descarnados sobre personas de la sociedad serenense.
El autor es todo un personaje. De voz potente y poseedor de un pasado donde vivió las dos caras de la moneda. El éxito y el fracaso. Trabajólico y asiduo visitante de los principales locales nocturnos de La Serena. Sus horarios eran claros. Trabajo duro hasta las 23:00 horas y después entregarse a la vida nocturna. Lo hizo por 30 años.
Incluso, un hecho policial lo llevó a estar 10 años recluido en la cárcel, tras la muerte de una mujer.
En los ’90 la pluma de Carvajal Naranjo provocó revuelo con el libro “El castigo de la momia”. No obstante, admite que este trabajo se trató “de un cuentecito nomás, era una humorada. Un libro que no me significó ningún sacrificio, pero ahora no, tuve que recurrir a archivos papeles, tumbas”.

-¿Siempre le gustó escribir?
“No, creo que comenzó con la Reforma Agraria y por las pugnas que tuve por el diario. Me enfrenté con muchas personas”.
Por décadas Carvajal Naranjo levantó un imperio agrícola. De hecho, lo tildaban “el rey de la papa”. Sin embargo, todo se derrumbó.
“Ya no tengo tierras, llevó una vida de ermitaño. Pasó encerrado y salgo muy poco”.

-¿Echa de menos la bohemia?
“Tampoco, no tengo salud, me cuido mucho. Me acuesto a las nueve de la noche, pero me levanto temprano”.

-¿Cómo advierte La Serena actualmente?
“He llegado a pensar que Gabriel González Videla nos dejó metido en un zapato chino”.

-¿Con el tema de las calles?

“Con eso que hay que conservar el colonialismo. Hay calles que están deprimentes y nadie quiere construir. Donde era el cabaret de la Amalia, Almagro esquina Rengifo se iba a levantar un edificio, pero debía ser de cuatro pisos, por lo que estamos en un zapato chino. Hay que hacer un cambio. Gabriel a lo mejor no tuvo la visión de ahora”.

-¿Es crítico del Consejo de Monumentos Nacionales?
“Muy crítico, a veces los encuentro anquilosado, es por ello que en mi segundo libro, en un capítulo les cortaré la cabeza a todos porque estoy pasando rabias, mire la biblioteca, pobre. No tenemos un archivo, todo hay que ir a buscarlo a Santiago”.

EL DON DE LA PALABRA. No esconde que su vida ha sido multifacética. “Fui un niño que tuvo la suerte de nacer en una familia grande y muy pudiente”.

-¿En cuna de oro?

“Sí, es como decir cuna de oro. Mi padre médico bastante distinguido y del Partido Radical. Mi madre una belleza”.
Estudió en el Liceo de Hombres y tuvo un paso por la Escuela Militar, aunque reconoce que “fui un mal alumno”.

-¿Engreído?
“Engreído nunca, pero orgulloso de ser Naranjo, aunque también me daba cuenta de que éramos indios nomás y con plata. Mi padre fue un hombre de origen bien modesto, nació en una majada y fue a pie pelado a la escuela de Algarrobito y después gracias a su esfuerzo llegó a ser médico”.

¿Cómo logra vincularse en la sociedad serenense bastante conservadora?
“Después hice mi Sexto de Humanidades en el Instituto Nacional, un colegio excelente y el mejor de Chile. Me sirvió porque después cambié y durante años me preparé y tuve la suerte de sacar un muy buen Bachillerato y logré estudiar Medicina siguiendo los concejos de mi padre que quería que fuera médico como él, pero lamentablemente la medicina no me gustó, la abandoné después de tres años y más bien castigado por mi papá me vine a trabajar al fundo Cruz de Monárdez. Al comienzo no estaba adaptado porque era un cambio muy brusco para mí y me di cuenta de que debía cambiar mi carácter porque era medio tímido y me faltaba el desplante que tengo ahora”.

-¿Siempre tuvo el vozarrón?
“Sí, en mi familia había carácteres muy fuertes. Mis dos abuelos fueron bien enérgicos y tenían vozarrón alto, sabían mandar. Lo mismo mi tío Domiciano y mi padre, entonces, cuando llegué al campo me cambió el carácter y me fui encontrando conmigo mismo”.

-¿Al final se transformó en un patrón de fundo?
“No, siempre fui muy condescendiente con el campesinado porque trabajé con gente que éramos parientes, sacadores de papa, incluso, entonces no podía tratarla en forma despótica”.

ENCONTRANDO EL DESTINO. -¿Le terminó por gustar el tema agrícola?
“Nací para la agricultura y encontré aquí mi verdadero destino, porque me dio la oportunidad de vivir en entera libertad. Nadie me mandaba y nunca tuve que trabajar a las órdenes de nadie. Pero, sí escuché los consejos de los viejos mayordomos y así tuve éxito”.
Desde el primer momento impulsó un proceso modernizador del campo. En paralelo crecía su fama de líder. Es por ello que no sorprendió que cuando a principios de los ’60 el gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez comenzó con la Reforma Agraria estuviese en la primera línea. “Estaba en el campo y era un ser anónimo, tenía éxito, plata, manejaba los dos fundos de mi padre y había introducido modernización en la agricultura y me di cuenta de que había que hacer cambios”.

-¿La encontraba estancada?
“Sí y mucho y no solamente desde el punto de vista de la tecnología, sino en la parte social. Me dolía mucho sobre todo cuando fue el aluvión del ’57 donde descubrí la miseria y la pobreza en la que estaba la gente campesina y me puse a hacer cambios. Si no hubiese sido por la Reforma Agraria, aún sería un ser anónimo”.

-¿Defendió a los dueños de los fundos?
“Sí, pero, hay una cosa, fueron los agricultores jóvenes quienes me buscaron y me llevaron como presidente del sindicato patronal, pero les dije que no me sentía representante porque en mi caso ya estaba en una etapa de modernización, había hecho habitaciones campesinas y estaba comenzando a colocarle luz eléctrica y hacerle letrinas para salir de ese estancamiento”.

-¿Se sintió traicionado por los gobiernos que impulsaron la Reforma Agraria?
“No, desde un comienzo fui partidario”.

-¿Quitarle a los ricos para darle a los pobres?
“No, es que las reformas no las interpreté así. Leí la Reforma de Macetero de Jorge Alessandri y la encontré insuficiente, dije ‘el cambio tiene que ser más profundo’. Me valió enemistarme con viejos agricultores y me odiaban. Loco me decían y que los iba a llevar a la ruina. Pero, cuando salió la Reforma Agraria de Frei (Montalva Eduardo), señalé, ‘esto es lo que hay que hacer’, sobre todo cuando leí lo que sostenía en su mensaje, respecto a que ‘nadie que esté cumpliendo con lo que esta ley dice debe tener miedo’, entonces, dije ‘por qué voy a tener miedo’”.

-¿Cuándo cambiaron las reglas del juego?
“Cuando aparecen las cabezas calientes y los que traicionan al propio Frei. Él me recibió en La Moneda en una ocasión cuando ya había ganado Allende (Salvador) y me dijo que le faltó experiencia -‘y me hicieron leso, yo no quería esto que está pasando’- porque él me había ayudado a defenderme. Fui perseguido por Rafael Moreno, a causa que le dijeron que yo tenía actitudes feudales y que no permitía que mis obreros se sindicaran, pero nunca me metí en eso. No se sindicaron porque no lo necesitaban. Había logrado hacer una evolución social y económica”.

-¿Qué le decía el entorno familiar?
“No, mi mamá y mi papá se fueron a vivir a Santiago y no se metían conmigo, pero así fue como llegué a la Sociedad Agrícola del Norte y a dirigente gremial y cuando me di cuenta de la sequía me metí a la Junta de Vigilancia porque era la única manera de tener un manejo directo del agua”.

-¿Con Allende fue más radical la Reforma Agraria?
“Es que con Allende fue un despelote en que la ley no se respetaba por eso tuve grandes conflictos con ellos. En mi caso personal se me expropió el Fundo Monárdez y se me negó la reserva teniendo todos los derechos”.

-¿Qué sintió cuando le expropiaron?
“Furioso, atropellado, pero aún así busqué la conciliación. Dije, ‘bueno si viene el socialismo y hay que adaptarse a nuevas modalidades me adapto’ y le dije, ‘déjennos el Fundo Cruz del Molino’, pero no querían ni eso. Me colocaron en una posición en que me transformaron en un enemigo, al final me querían matar. Me tiraron el tractor para atropellarme”.

BANDERA CHILENA Y CHAMPAÑA. ¿Con la llegada de los militares al poder le devolvieron los bienes?
“Sí, lo justo, lo que me dio el tribunal agrario (80 hectáreas). Eso fue lo que le critiqué al Gobierno de Allende, si les gané en los tribunales, por qué no me devolvían el predio, en cambio me tiraron el cordón agrario encima. Allende me recibió en La Moneda y me quedó debiendo una segunda reunión para el día 12 de septiembre a las 10: 00 horas”.

-¿Qué sintió cuando no se pudo concretar por el golpe de Estado?
“Con la alegría del 11 de septiembre me volví loco”.

-¿Fue de los que destapó champaña y colocó una bandera chilena?
“Pero, inmediatamente, dije que ahora por fin vamos a volver a los cauces normales, ya no se podía vivir por las tomas y las colas”.
 

-¿Pensó que los militares se quedarían 17 años en el poder?
“Nunca y no me creerá que voté por el NO. Estuve de acuerdo al comienzo, admiré mucho al almirante Merino y lo conocí cuando vino a un banquete a la Exposición de Peñuelas. Conocí a Gustavo Leigh Guzmán que me lo presentó Gabriel González Videla y después me di cuenta de que el régimen militar estaba tomando un camino que no era conveniente”.

-¿Qué lo lleva a publicar este libro sobre La Serena?
“En primer lugar amo a mi ciudad y pensé que era conveniente plasmar en un libro las cosas que habían ocurrido a través del siglo XX. Antes era pequeña, casas viejas y calles semiabandonadas, mucho bar en el centro, cahuines para la noche y muy separadas las clases. La clase media y el populacho”.

-¿Eso le hizo mal a La Serena?

“Eso era herencia del pasado”.

-Se sostiene que ésta es una de las ciudades más clasistas del país…
“ Claro, puede ser, pero no me siento clasista, me codeaba con todo el mundo”.

-¿Faltaba escribir con una pluma aguda sobre la ciudad?
“En el libro encontrará vivencias personales, no estoy haciendo un estudio y en un capítulo de la sociedad serenense habló de cómo era”.

-¿Qué resumen hace de esta sociedad local?
“Hago un resumen de por qué existió un grupo elitista y cómo evolucionó. Digo que ha habido tres sociedades diferentes. En el siglo XVII, en el XIX y en el XX y hoy no existe, desapareció. No le coloco la lápida encima a nadie, pero lo trató de hacer con la mayor crudeza posible, cito nombres, apellidos y personas. Quizás algunos se sentirán ofendidos”.
 

-¿Los deja al descubierto con temas sensibles?
“No, cito todo como es la vida y como se desarrolló. Conocí la vida de los grandes hacendados que en la mañana estaban en el Club Social hasta la noche y después estaban en los cabarets hasta la amanecida. Yo lo hice 30 años”.

-Siempre se habló de su doble condición, exitoso empresario, pero con una vida nocturna agitada.
“En el prólogo lo digo que fui una suerte de Jekyll y Hyde, eso me pasó a mí. En el día era un personaje que estaba en la Sociedad Agrícola preparando discursos, mandando telegramas a ministros, recibiendo a periodistas, pero después de las 23:00 horas era un demonio (risas)”.

-Pero, la mayoría lo mantiene oculto, no lo cuenta.
“Yo lo cuento, no tengo por qué ocultar”.

-¿Muchos no lo entienden por el halo que tiene La Serena?
“No, esas son falsedades”.

-¿Se arrepiente de esa vida?
“No, (risas), no me di ni cuenta cómo me introduje en eso, yo no era así, pero alguien me convidó. Mis primeras farras fueron con personas de toda índole, algunos muy empingorotados, pero iban a las Motores (cabaret) igual”.

-¿Es cierto que en algunas ocasiones llegó hasta cerrar el local para celebrar?
“En ciertas ocasiones puede que lo haya hecho, ahí viene un problema que deriva de las mismas dueñas de los locales, porque les convenía porque sabían que me iba a gastar una fortuna. Trataba de llegar cuerdo y decía que no iba a gastar, dos tragos y me voy. Pero, me decían ‘te tengo un whisky especial Quiquito’ y al rato me volvía loco y comenzaba a pedir trago para medio mundo. Hubo noches que gastaba 500 mil o 600 mil pesos y las promesas que le hacía a las mujeres, a una le regale un auto (risas)”.

-¿Cómo tomaban esos excesos el resto de los integrantes de la Sociedad Agrícola del Norte?
“Creo que nos les gustaba y ninguno me acompañaba, en los directorios tuve gente muy seria”.

-¿Nunca le pidieron la renuncia?
“No, nadie se hubiera atrevido, si adentro era un dictador, me trataron de derrocar sí, pero no pudieron”.

-¿Por el poder económico que tenía en ese momento?
“No, porque tenía mucha llegada con el mediano y el pequeño”.

-¿Qué provoca su debacle?
“No quebré, tuve una deuda grande cuando Pinochet dijo ‘que me corten los dedos si el dólar pasa de 30 pesos’, sostenía que eso era falso, pero cuando vi que todo el mundo se endeudaba, me dije, ‘soy el único tonto que no se sube a ese carro’ y me subí con todas las fuerzas, me endeudé hasta las masas y el dólar se fue a 130 pesos y ahí comenzó mi desastre económico y tengo que decir la verdad por mi derroche nocturno que no lo pude parar. Eran las 12 de la noche y ya quería estar al lado de los bombos, pero soné”. 

UN MOMENTO DE LOCURA

••• -¿Cómo enfrenta la vida actualmente?
“Soy inmensamente feliz, no le quitaría un ápice a mi vida, estoy tranquilo. Logré salir adelante después de la situación que enfrenté (estuvo 10 años preso por la muerte de una mujer), recuperé bienes, no estoy millonario y no voy a ir a botar 500 mil pesos en la diversión que hay ahora, además por mi edad”.

-¿Se arrepiente del hecho que lo llevó a estar una década en la cárcel?
“Sí, nunca debí haberlo hecho, fue un momento de locura y producto que el licor que vuelve loco”.

-¿Se sintió abandonado?
“No, aunque hay gente que se portó mal, pero también llevaba una lista de personas que me iban a ver, pero les dije que no fueran más. Sabía que tenía que cumplir por lo que hice y punto. Mientras estuve preso trabajé en este libro”.