El adiós al más grande de la batería

El mundo de la música coquimbana aún no terminaba de llorar la partida de Hernán Gallardo Pavez cuando Osvaldo Araya, otro de los más insignes artistas del puerto, dejó de existir a la edad de 86 años.
El adiós al más grande de la batería
El adiós al más grande de la batería
domingo 06 de octubre de 2013

El pasado 26 de septiembre, su inextinguible batería dejó de sonar. El golpeteo ya longevo de sus baquetas contra los platillos se oía cada vez más lento, así estuvo todo el día hasta que se detuvo, igual que su corazón. Osvaldo Araya, legendario músico coquimbano quien compartió escenario con artistas de la talla de Hernán Gallardo Pavez y que fue precursor de un sonido típicamente porteño dejaba de existir a los 86 años en el hospital San Pablo. 
Fue un día triste para el puerto. Y es que, pese a que era poco conocido, Araya forma parte de la historia grande de la región por su inconmensurable y de pronto silencioso aporte al ámbito artístico cultural.

Un pionero entre pioneros

Pocos eran los lugares de esparcimiento en la comuna de Coquimbo en la década del ‘40, y el quehacer artístico también se encontraba alicaído, sobre todo en lo musical, en donde prácticamente lo único que se escuchaba sonar era la banda del regimiento, los famosos Mena.
Pero algo cambió cuando la década del ‘50 anunciaba su venida. Resulta que de la mano de entusiastas músicos que vieron que al puerto le faltaba vida, comenzaron a surgir tímidamente las grandes orquestas.
En algún momento fueron varias, pero el tiempo que todo lo filtra hizo que sólo perduraran dos, la de Alfredo Steel y la de Renato Stack. De esta última fue partícipe y co-fundador el gran Osvaldo Araya, que por años deleitó a los coquimbanos llevando el rimo entre sus manos.
Fueron los tiempos en que había que subir al escenario de cuello y corbata, los tiempos en los que el desaparecido percusionista fue genio y figura.

Deleitando a “Gabito” 

La época de las grandes orquestas pasó rápidamente, pero Araya continuó con una exitosa carrera. Fue en Radio Riquelme de Coquimbo en donde conoció a Rebeca Lira, otra insigne cantante local, conocida también en la actualidad por ser la voz oficial de la Pampilla. Allí, junto al mítico Hernán Gallardo Pavez y a Roberto Gallardo conformaron el grupo Casino que se convirtió en el más cotizado, tocando cada fin de semana en el Casino de La Serena y en fiestas particulares donde asistían personajes de la alta alcurnia serenense, entre los que se contaba el Presidente de la República de la época, Gabriel González Videla, conocido entre sus más cercanos como “Gabito”.
“Es que al Presidente le gustábamos mucho nosotros”, cuenta la mismísima Rebeca Lira, con quien nos juntamos en Coquimbo, precisamente para recordar a don Osvaldo.
Relata que con sus mezclas tropicales, sus compases de dos por cuatro y sus valses peruanos, eran los favoritos del por entonces Primer Mandatario. “Para nosotros era importante tocar en los grandes escenarios y nos poníamos nerviosos, pero a Osvaldo le daba lo mismo. Él tocaba nomás, siempre bien y con nervios de acero su batería, además que tenía al lado a Hernán Gallardo”, recuerda Lira.

LA CIFRA

86

años tenía Osvado Araya, el músico y bombero que dejó de existir la semana pasada en el Hospital San Pablo de Coquimbo.

 

Aún se nota algo de emoción en su rostro cuando habla su compañero de banda. “Y es que fue prácticamente una vida juntos”, apunta. Y entre canción y canción, entre escenario y escenario, no son pocas las anécdotas que le traen a la memoria al artista. Lira, con algo de timidez, indica que siempre recuerda la vez que Araya la salvó del “bochorno de su vida”. Resulta que en una ocasión, en una fiesta privada en donde precisamente se encontraba Gabriel González Videla, luego de una canción, ella sintió una sed inusitada y por error tomó un vaso de licor confundiéndolo con una bebida. “Pero era una cuba libre y yo me lo tomé al seco, como no bebía, nunca lo he hecho, me curé en ese mismo instante y te juro que no podía cantar y apenas me podía mantener en pie. Y adivina qué pasó, fue Osvaldo el que me salvó. Él me llevó al baño y me mojó la cara, ahí esperamos hasta que me recuperara un poco para volver al escenario mientras escuchábamos que el público se empezaba a poner un poco nervioso porque no aparecíamos”, cuenta una risueña Rebeca.
Al final salieron. “No estaba totalmente recuperada y Osvaldo prácticamente puso su batería detrás de mí para que no me cayera. Recuerdo que canté el Bésame Mucho, y nos fuimos”, cuenta la gran amiga y colega de Araya, quien estuvo dos días antes de su muerte visitándolo en el hospital y no auguró una muerte tan pronta. “Se veía bien el Osvaldo, yo pensé que lo teníamos para muchos años más”, expresa con nostalgia. 

 

Una inspiración para los que vinieron

Los años pasaron, pero el legado continuó. Fueron muchas las bandas que surgieron en el puerto y la gran mayoría reconoce que la influencia de artistas como Araya, que formaron parte de la primera gran camada de músicos regionales, dejó una huella invaluable. Norman Ponce, líder de Los Mascots, grupo porteño nacido en 1970, así lo reconoce. “Cuando empezamos como grupo, obviamente que se te vienen a la mente esos grandes que aportaron a nuestra música y en alguna medida quieres imitarlos”, indica Ponce. 

Este cantante, quien luego tuvo una exitosa carrera como solista a nivel local, conoció a Osvaldo Araya nada más y nada menos que a la edad de 9 años, cuando fue hasta Radio Riquelme a participar en un show que la estación emitía al mediodía y que incluía música en vivo. “Estaba muy nervioso, porque yo iba a cantar y me iba a acompañar Osvaldo Araya y también Hernán Gallardo, imagínate, con las leyendas que iba a tocar, pero fue Osvaldo el que me dijo que no me podía poner nervioso, me dio la confianza y todo salió bien en esa oportunidad. Es un bonito recuerdo el que me queda de él”, señala Ponce.
La relación entre ambos artistas continuó durante años y aunque no se veían mucho, Ponce asegura que cada vez que lo encontraba, “tenía un consejo o nos quedábamos conversando. La verdad es que a uno le da mucha pena, que se vaya gente que ha hecho tanto por el arte, y que en general no es valorada como merece”, afirma. 

La última alegría

Jorge Galani fue vecino y amigo de Osvaldo Araya durante 50 años. Como tal, fue testigo de cómo este músico y bombero coquimbano supo de éxitos y fracasos. Él nos cuenta que conoció a Araya cuando estaba en la orquesta de Renato Stack e inmediatamente quedó impresionado por su talento. “Destacaba porque tocaba la batería de manera muy particular, además que siempre se traía las mejores, porque cuando se trataba de renovar su instrumento, no escatimaba en gastos”, cuenta. 

Pero Galani guarda en su memoria de manera especial algo que pasó hace sólo algunas semanas y que probablemente fue la última gran alegría para Araya. Resulta que hace poco, Bomberos le rindió un homenaje a su esposa poniéndole su nombre a un moderno carro. “Eso para él fue muy importante, porque quería mucho a su mujer, de hecho, le dedicó sus últimos días a ella porque su enfermedad es invalidante y él estaba totalmente abocado a su cuidado, era un gran hombre”, sostiene Galani, emocionado aún por la partida de uno de los más grandes de todos. 

Sus últimas palabras a El Día

••• -Fue el año 2012 cuando, con motivo del aniversario de Coquimbo, diario El Día realizó la última entrevista a Osvaldo Araya. A continuación, extractos de lo que vivimos y conversamos aquel mes de mayo en el que nos recibió en su casa en calle O’Higgins, en Coquimbo.
Llegamos a su casa durante la mañana acompañados por Rebeca Lira. Araya nos recibe con una cazuela de pollo sin que siquiera supiese de nuestra visita. Se muestra amable y ansioso por contar la historia que pocos conoce y que él protagonizó. De lo primero que nos habla es de su relación con la orquesta rival, la de Alfredo Steel y de la huella que dejaron. “Nosotros y la orquesta de Alfredo Steel éramos los más importantes. Después salieron otros, pero la gente nos reconocía como los precursores”, comenta orgulloso don Osvaldo, hace poco más de un año.
Sobre la rivalidad entre ellos, Araya no la desmentía, y sonríe al recordar cómo por aquellos años, ellos (Stack), con tan pocos recursos, lograron competir de igual a igual y superar a la orquesta de Alfredo Steel. “Yo creo que nosotros duramos más porque éramos más del pueblo. La orquesta de Alfredo Steel era mejor que nosotros, pero eran más pitucos, no tocaban en todas partes. En cambio, nosotros íbamos donde nos llamaran”.