El Chacal de Punitaqui,  recuerdo de una masacre

En enero del 2005 ocurrió uno de los hechos más brutales que se han registrado en la Región de Coquimbo. Diario El Día rememoró la trágica historia que terminó con la muerte de cuatro personas víctimas de un hombre que no tuvo piedad de ellas. En la casa donde ocurrió el trágico hecho los familiares de las víctimas han levantado un verdadero altar. 

El pasado 1 de abril diario El Día conmemoró su aniversario número 73 y en su edición especial rememoró los episodios más emblemáticos ocurridos entre el año 2000 y el 2010. Sin duda, una década de cambios que en lo policial estuvo marcada a sangre por uno de los hechos más cruentos de la historia reciente acontecidos en la Región de Coquimbo. Aquel que significó la muerte de una familia completa  y la historia del autor de los asesinatos más violentos de los que se tenga registro, el que fuera llamado luego el Chacal de Punitaqui. 

LA GÉNESIS DEL “CHACAL”.

A 12 años del fatal episodio quisimos reconstruir los hechos y para ello nos trasladamos al lugar mismo donde todo ocurrió.
Allí estábamos, luego de unas cinco horas de viaje, entre La Serena y el sector de Agua Amarilla, en San Pedro de Quiles, a unos 50 kilómetros al interior de Punitaqui. 

En el lugar hay una casa que está prácticamente convertida en un santuario. Adornada con flores de todos colores que parecen no querer marchitarse, pese a al clima hostil y el sol que cala fuerte durante todo el día. 

En ese mismo sitio, el 29 de enero del 2005 tuvo lugar el que es probablemente uno de los hechos más brutales que han tenido lugar en toda la historia de la Región de Coquimbo. 

Y es que la madrugada de ese día, Adán Milla Rojas haría ingreso al inmueble donde dormía el matrimonio de Ernesto Gómez (43) y Nora Contreras (47), además de la expareja de Milla, Oriana Toro (18) y su hermano José Maluenda, de dos años. 

Estando en el interior y cegado por los celos, les daría muerte a todos ellos. Y es que desde hace algún tiempo el sujeto había mantenido una relación amorosa con Oriana Toro, a quien había conocido en Ovalle cuando ambos vivían en esa ciudad. Sin embargo, en su familia y particularmente sus tíos con los cuales vivía (Ernesto Gómez y Nora Contreras), nunca aceptaron este pololeo y fue esta una de las razones por las cuales se llevaron a la joven desde la capital de Limarí hasta la pequeña y lejana localidad de San Pedro de Quiles, en Punitaqui. 

Sin embargo, la pareja continuó viéndose, por varios meses, hasta que Adán Milla se enteró de que la mujer mantenía una relación paralela. Algo que no pudo soportar y que gatilló el conflicto que terminó en tragedia. 

EL MACABRO PLAN.

Fue así como en la cabeza de Milla comenzó a gestarse el macabro plan de venganza. Sí, comenzaba a asomar el que se convertiría en el Chacal de Punitaqui. 

Las crónicas de la época lo describen como un hombre normal y de una personalidad tranquila. De hecho, para muchos se trataba de una persona extremadamente sensible que tocaba varios instrumentos musicales y que mantenía un especial gusto por la música ranchera. Incluso había participado en distintos conjuntos de ese estilo y habría sido en este contexto en el cual habría cautivado a quien sería su pareja por algunos meses, Oriana Toro. 

Pero nada importó. Se sintió traicionado y reaccionó de la manera más bestial. Estaba convencido de que debía asesinar a la mujer con la cual se había obsesionado. 

Aunque no está del todo claro, se dice que días antes de la tragedia consiguió un rifle calibre 22 el cual guardó celosamente hasta llevar a cabo el acto macabro el 29 de enero. Ese día, escondió el arma al interior de un estuche de guitarra, al más puro estilo de “El Mariachi”, y se trasladó desde Ovalle hasta la localidad de San Pedro de Quiles, al sector de Agua Amarilla. 

El viaje es largo  -bien lo sabemos nosotros que fuimos hasta el preciso lugar-. Sin embargo, en todo el tiempo que se demoró nada lo hizo arrepentirse. Estaba decidido. 

Llegó al lugar y hay testigos que aseguran haberlo visto bajar desde el microbús que venía desde Punitaqui, allí, en el paradero de San Pedro de Quiles, ubicado frente al lugar donde hoy se emplaza el colegio unidocente de la localidad, donde estudian siete alumnos.  

En ese lugar, durante nuestro recorrido encontramos a Raúl Toro, quien en la actualidad es auxiliar del establecimiento y que dice conocer a varias personas que aquel fatídico día vieron llegar al Chacal al sector, e incluso bajarse del móvil que lo traía.

“Yo ya vivía por acá en ese tiempo y el tipo era bien conocido en estos lugares. A nadie le llamó la atención que llegara con el estuche de la guitarra y vestido como mexicano porque era músico, pero ya a los días después, cuando se supo lo que había hecho, todos empezaron a hablar que lo habían visto acá en el paradero, y algunos decían que lo habían divisado caminando para allá, para el sector de Agua Amarilla, donde vivían ellos”, relata Toro, quien señala que no le es indiferente recordar el hecho ocurrido hace 12 años y tras avanzar en la conversación y tomar confianza, nos confiesa que es tío de una de las víctimas, Oriana Toro, la ex pareja del Chacal. “Lo que pasa es que no es agradable recordar una situación así y uno siempre trata de olvidarse, por eso es que no ando contando lo que sucedió, mal que mal uno tenía un lazo con ellos y por más que pasa el tiempo el tema está ahí, latente”, cuenta el lugareño. 

EL CAMINO DE LA MUERTE.  

Dicen que caminó. Sí, por un pedregoso camino, durante unas dos horas se trasladó desde San Pedro de Quiles hasta Agua Amarilla, donde sin saberlo lo aguardaban sus víctimas. 

Caía la noche cuando llegó a su destino y allí estaba la casa donde habitaban sus cuatro moradores. Esperó a que se acostaran y cuando había pasado un tiempo “prudente”, ingresó, encontrando en primera instancia al matrimonio constituido por Ernesto Gómez y Nora Contreras, a quienes les disparó sin piedad en reiteradas oportunidades. 

Lo alejado del lugar evitó que alguien cercano oyera los disparos. Sin embargo, en el mismo domicilio sí alertaron a Oriana Toro, quien salió de su pieza y se encontró con Adán Milla. 

Fueron dos los disparos los que necesitó para darle muerte, pero no le bastaron. El Chacal sacó de entre sus ropas un cuchillo y le propinó 49 puñaladas a la mujer, 22 de ellas en pleno rostro, convirtiendo así el hecho en una verdadera masacre.

Ya había cobrado venganza. Sin embargo, la crueldad ya se había apoderado de Adán Milla y no dudó en asesinar al pequeño de dos años José Maluenda, asfixiándolo y azotándolo contra la pared. Una vez concretado su crimen huyó del lugar rumbo a Santiago, donde pensó que nadie lo encontraría. 

Y todo marchaba bien para el asesino. Claro, hasta que llegó el tercer día desde que cometió el crimen y los familiares de las víctimas se preocuparon porque no los habían visto durante todo ese tiempo. Fue así que tomaron la decisión de ir al lugar y al no recibir respuesta echaron la puerta abajo encontrándose con la trágica imagen: cadáveres en el suelo y las piezas llenas de sangre. Era el inicio del dolor, y la culminación de una de las historias más dolorosas de la Región de Coquimbo. 

UNA CONDENA EJEMPLAR.

Tras conocerse la muerte, la policía no demoró demasiado en dar con el principal sospechoso, “El Chacal”, logrando su captura en la Región Metropolitana, para ponerlo a disposición de la justicia, y luego de un juicio de un año fue condenado a 40 años de presidio efectivo por los delitos de cuatro homicidios calificados, en lo que constituyó una de las penas más altas desde que se dio inicio a la reforma procesal penal en el año 2000 cuando ésta partió de manera piloto en la zona. 

Pese a que la defensa alegó la atenuante de la inimputabilidad debido a alguna patología psiquiátrica, no logró acreditarla. 

Carlos Vidal, actual fiscal adjunto de Coquimbo, que por esos años fue el encargado de acusar penalmente a Milla, recuerda el caso como uno de los más dramáticos en los que le ha tocado intervenir. Se encontraba de turno cuando los cuerpos fueron encontrados y debió concurrir al sitio del suceso.

“Lo que yo vi en ese momento fue algo que no se puede describir. Cuesta un poco separar lo profesional de lo personal, es complejo, pero tienes que hacerlo. Es una imagen que a uno nunca se le va a borrar en la vida (…) En relación a la pena que se le dio a esta persona es la máxima que contempla el ordenamiento jurídico, así que creo que en ese sentido el Ministerio Público hizo un buen trabajo. Aunque tampoco había mucho por donde defenderlo, él había reconocido sus crímenes y lo que hizo la Defensoría en ese momento fue apelar a la inimputabilidad, pero finalmente se comprobó que él no tenía problemas de esta índole, sólo registraba un cuadro sicopático, pero esta no es causal para que no se le pudiera condenar, así que fue juzgado con las penas correspondientes”, recuerda el persecutor. 

Quien en ese entonces tuvo que asumir la defensa del imputado fue José Luis Craig, actual defensor regional del Maule, que en ese momento era defensor jefe en Ovalle. Él también recuerda el caso como uno de los más complejos que le ha tocado asumir y así lo dejó claro en el 2013, cuando concedió una entrevista a la cadena nacional Chilevisión.

“Obviamente que fue uno de los casos más complejos en los que me tocó intervenir, pero tuvimos dos estrategias. Primero tratar de descubrir alguna alteración mental en Adán que lo hubiese llevado a cometer el delito y la segunda línea de acción fue más bien de carácter jurídico y tenía que ver con que no todas las muertes encuadraban en la figura del homicidio calificado, sino que podían encuadrar en el homicidio simple, pero esto no se dio así”, consignó Craig. 

EL RECUERDO

Camino a San Pedro de Quiles, nadie ha podido olvidar lo sucedido. “Ese día fue terrible cuando encontraron los cuerpos. Yo conocía a esa familia, siempre pasaban por acá en una camioneta que tenían, entonces me quedé en shock cuando me enteré”, cuenta Flavia Honores a quien encontramos afuera de su casa ubicada justo al lado de la ruta que nos lleva hacia el sitio de la tragedia. 

Y claro, allí no hay nadie que no sepa la historia, ya que todos se conocen. De hecho, sin proponérnoslo nos encontramos con la esposa de Jorge Toro, tía de Oriana Toro, la expareja y una de las víctimas del chacal. Ella, aunque prefiere no entrar en detalles, manifiesta que el golpe para la familia fue tan fuerte que nunca lo pudo superar. “Mi esposo siempre se acuerda del tema, yo trato de no recordárselo, pero son cosas que no se pueden olvidar. El impacto fue demasiado grande”, cuenta la mujer quien prefiere resguardar su identidad. 

Y el golpe fue más fuerte aún para quienes vivían allí, justo en San Pedro de Quiles, a escasa distancia de la casa donde tuvo lugar el asesinato. Y es que para Dilema Gómez, hermana de Ernesto Gómez, el padre de la familia asesinada, el recuerdo todavía está latente y asegura que nunca lo podrá superar. 
Cuando la encontramos, se manifiesta reticente a hablar del tema y de hecho se niega a hablar con la grabadora encendida.

Sin embargo, relata el momento exacto en que se enteró de lo acontecido, cuando su esposo e hijo de, por ese entonces, 17 años, echaron abajo la puerta de sus parientes y se encontraron con el desastre. “A mi hijo le cambió la vida para siempre”, dice Dilema, al recordar que fue precisamente él quien primero vio la macabra escena. 

Y claro, la familia víctima del Chacal era muy cercana a la de la mujer, tanto así que la noche antes habían estado compartiendo. “Estuvieron con nosotros hasta bien tarde. Siempre venían, pero esa noche se quedaron hasta más tarde. Lamentablemente fue la última vez que los vimos”, cuenta Dilema, quien pese al dolor, decidió nunca alejarse del lugar donde se vivió el peor crimen de la historia de la Región de Coquimbo, la masacre del “Chacal de Punitaqui”.